♫ | Liza Minnelli – Cabaret
Les vemos en el espejo. En el Folies Bergère no entraba cualquiera, la entrada era muy cara. Beben, bailan y se divierten. Ella, no.
Fatigada, cansada, absorta, distraída y, seguramente, harta. Se llama Suzon y no era una modelo de Manet, sino realmente una camarera del bar. Ojo, no quiere decir que luego no posara para él en el taller. Recordemos que Manet ya estaba preocupantemente enfermo para aquellos años y le costaba pintar más que antes. Con esta obra culminaría su mejor etapa impresionista. Pero, ¿qué es lo que está haciendo aquí?
Pues lo mismo que Jan Van Eyck hace unos cinco siglos: el truco del espejo. Eso sí, aquí la intención es otra. La tesis de Panovsky dice que la escena es un matrimonio que se realizó en secreto, el matrimonio Arnolfini. O sea, que al final lo que vemos es una escena costumbrista. ¿Por qué el espejo y qué hay allí? Lo que aparecen son dos testigos de la ceremonia (uno, el propio pintor) y su firma que dice “Johannes de Eyck fuit hic 1434“ (Jan van Eyck estuvo aquí en 1434).
Es decir, no sólo advierte: oye, que este es mi cuadro. Sino que quiere decirnos, que estuve aquí y esta boda se celebró. El espejo aquí hace que la obra sea un documento, un testimonio, una prueba matrimonial, pues dos eran los testigos necesarios entonces.
Después llegó Velázquez, quien inspirándose en esta obra pintó Las Meninas. Sí, también con el truco del espejo. ¿Para qué? Es cierto, nosotros somos los reyes, pero va mucho más allá. Es Diego, un pintor del barroco (para nada eran artistas, solo artesanos, como quien arreglaba zapatos) diciendo: Eh, que soy el pintor del rey, y por eso me retrato pintando a sus majestades. El espejo como homenaje a la Pintura con mayúsculas.
Lo dijo Manet cuando vio las obras de Velázquez: Es el pintor de pintores. Y entonces se inspiró en Las Meninas para crear Un bar en el Folies-Bergère. El cliente reflejado en el espejo es Gaston Latouche a quien, sin espejo, no veríamos. Es un dandy de la época. Ya, pero es que la pespectiva no está bien construida. ¡Bingo! Ese es Manet, desafiando las reglas para enseñarnos una ilusión óptica. Prácticamente todo es irreal, reflejo e ilusión, un símbolo apropiado de la vida nocturna parísina y su recién nacida burguesía.
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