Humans: Boltanski levanta un monumento en el museo Guggenheim de Bilbao

BILBAO.
La muerte es un tema que recorre muchas de sus obras, quizá precisamente porque ama la vida. Él es francés. Sus padres, judíos natales. Nació en París a finales de la Segunda Guerra Mundial. Así que parece que no podía ser de otra manera: la huella del holocausto está irremediablemente sellada en el arte de Boltanski. ¿Uno no es asesino por azar? Son preguntas que me interesan mucho, contaba en una de sus entrevistas.

Esta instalación se encuentra actualmente expuesta en el Museo Guggenheim de Bilbao. Bajo el título Humans, Boltanski presenta en un espacio reducido, como si de un silencioso oratorio se tratase, más de 1.100 fotografías a la luz de simples bombillas desnudas. Un verdadero monumento en honor a los muertos del Holocausto. En realidad son imágenes refotografiadas de otras que ya había usado anteriormente extraídas de álbumes de la familia, del colegio, imágenes de periódicos y hasta del archivo de la policía. Él mismo reconoció en una entrevista que su periódico favorito es uno español que trataba sucesos: El Caso. De él, dice, puede extraer muchísimas imágenes de cadáveres.

El Caso, periódico de sucesos español del que el artista francés recorta imágenes de cadáveres
El Caso, periódico de sucesos español del que el artista francés recorta imágenes de cadáveres

Sin embargo, hay que tener cuidado a la hora de sacar conclusiones cuando visitemos la exposición: no es un juicio contra el hombre asesino. Es más, el propio autor no está seguro de quién otorga el poder de matar, tema que le obsesiona profundamente: “Son hombres bravos, pero también hombres ordinarios, comunes. Hombres que si no hubieran tenido que hacer eso, seguramente habrían sido una de esas personas no muy simpáticas que uno normalmente ve a menudo en las oficinas. Pero tienen el poder de matar. Tengo la impresión de que entre el monstruo y el hombre ordinario hay a menudo algo que no se debe al azar, sino que está ligado a situaciones dadas, que alguien ha sido toda su vida un hombre medio, no muy simpático, y se vuelve un monstruo. Y me pregunto si yo mismo, en ciertas condiciones, podría volverme también un monstruo”.

Por eso mismo, las fotografías se han colocado al azar, sin contexto que nos ayude a identificar o conectar a las personas que nos esperan en el interior. Ni siquiera podemos distinguir los vivos de los muertos, ni las víctimas de los críminales. Allí se mezclan emoción e historia, inocencia y culpabilidad, verdad y mentira, sentimentalismo y profundidad (más sobre la obra). Boltanski no crea arte, sino vida: “Para mí, el momento fascinante se produce cuando el espectador no ha registrado aún la conexión artística; cuanto más se demore esta asociación, mejor”.

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Otra de las obras de Boltanski en la que estudia los temas de la muerte y la identidad