La poética de la imagen

| Davidoff – Fallingwater

Imagínese que visita esta obra del arquitecto Frank Lloyd Wright (la cual, por cierto, se cae a pedazos, pero de eso ya hablaremos otro día). Le gusta y decide que, ahora que está redecorando su dormitorio, quiere un cuadro para colgar frente a su cama que represente La casa de la cascada. Esa noche, mientras intenta dormir, la mira y le parece tan relajante que lo consigue enseguida.

Ahora les cuento dos cosas:

  • Un emperador chino pidió un día al primer pintor de su corte que borrara la cascada que había pintado al fresco en la pared del palacio porque el ruido del agua le impedía dormir. A nosotros, que creemos en el silencio de los frescos, la anécdota nos encanta y nos inquieta. Su lógica nos hiere y, sin embargo, ese encanto despierta en el fondo de nosotros una sospecha adormecida: como una historia íntima más olvidada que perdida. Pero muy lejana. Después de todo China es el Otro de Occidente… Esos insomnios no se dan entre nosotros. (Vida y muerte de la imagen, Régis Debray).
  • Y ahora un consejo de Leon Battista Alberti, arquitecto del Renacimiento florentino: Hace gran bien a los que tienen fiebre ver pinturas que representan fuentes, ríos y cascadas. Si alguien, de noche, no puede conciliar el sueño, que se ponga a contemplar fuentes y le vendrá el sueño.

Una sola imagen, dos efectos totalmente distintos. “El arte nos enseña a mirar el arte: importa más que nos enseña a mirar el mundo, a ver las cosas como son”. Es lo que nos decía Antonio Muñoz Molina en su artículo La poética de la mirada, de El País Semanal. Creo que después de reflexionar sobre ese lienzo colgado en nuestra habitación, merece la pena leerlo.