Oh la la


La reina y el rey (a quienes vemos en el espejo) solían entrar con frecuencia en el taller del pintor, en las estancias reales. Y a veces se quedaban bastante tiempo allí viéndole trabajar, sin protocolo alguno. Era algo muy normal en la vida de Palacio, y Velázquez estaba ya acostumbrado a estas visitas; y es precisamente de éstas de donde nació la idea del cuadro. ¿Qué era aquella sala? Una amplia estancia del piso bajo del antiguo Alcázar, antiguo aposento del príncipe Baltasar Carlos.

Diez años antes de pintar esta obra, el príncipe Baltasar, quien había sido retratado constantemente por Velázquez, moría con solo 16 años. Así que la estancia quedaba vacía y la reutilizaron como taller del pintor.

Y allí esta él, en una de aquellas visitas, y por eso, el carácter de instantánea que se presenta en la obra. A pesar de presenciarse un ambiente cotidiano y familiar, la entrada de los reyes capta la atención de todos los presentes y Velázquez estuvo listo para captar ese momento único, y no otro. ¿Algo nuevo en pintura? Sin duda. Ahora, veamos una campaña publicitaria del Corte Inglés en 2009.

Oh la la, la Infanta Margarita es ya una bella señorita. Los enanos que le alegraban el tiempo libre ya no están aquí. Cómo cambian las cosas, antes había que mostrarlos, el número de enanos en palacio era importante, pues era un criterio medida de prestigio en la corte. Hoy, eliminados. Y, por descontado, el propio Velázquez, quien ha cambiado el pincel por la cámara de fotos, adaptándose a los nuevos medios. Sin embargo, y a pesar de ser una fotografía ( ya saben, el “instante decisivo”), no puedo dejar de ver personas que posaron quietas durante horas.

No en el lienzo. Miren el perro. Miren la hija del Conde Salvatierra (quinta imagen) ofreciendo algo a la Infanta. Gracias a esta fotografía nos damos cuenta de la destreza del pintor para saber que, a pesar haber nacido la fotografía, seguimos necesitando pintar.