¡Habla!, le dijo Miguel Ángel

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Chillida nos explicó muy bien cuál es la diferencia entre un técnico y un artista: El técnico ha de conocer perfectamente el resultado de su trabajo, incluso antes de realizado, el artista trabaja buscando, indagando, desconociendo a dónde va a llegar. Si el resultado se conoce de antemano, la obra nace muerta. Podríamos decir, entonces, que es el primer sorprendido cuando la obra es acabada. Ese es el verdadero artista.

Sepulcro del Papa Julio II. (1515-1545). Roma. (google images)

Y ese era Miguel Ángel. Nos situamos: Vincoli, Italia, 1505. Renacimiento puro y duro. Miguel Ángel acaba de terminar el David, y el papa Julio II le encarga lo que sería una vez difunto su propia tumba. Un conjunto funerario que contendría 47 esculturas. Pero llegó Bramante, otro arquitecto de la época y dijo: “A ver, Julio, que te motivas. O la basílica de San Pedro o la tumba, porque no hay dinero para todo”. O algo así, supongo; lo importante es la idea, pues Miguel Ángel vio reducido su boceto a lo que vemos en la fotografía.

Tampoco nos importa demasiado esto, pero sí algo que ocurrió gracias al cambio: una de las esculturas que, por modificación del proyecto, bajó y pasó de estar en el primer piso del conjunto a situarse a ras del suelo. Cara a cara con el espectador. Era el gigantesco Moisés del Antiguo Testamento.

Tal y como lo explica Chillida, el artista, al acabar la obra, fue el primer sorprendido. ¿Qué momento capta Miguel Ángel? Moisés ha subido al Sinaí y, tras permanecer allí 40 días, se trae bajo el brazo los 10 mandamientos. Al volver a su pueblo, encuentra a Israel adorando falsos ídolos. Con razón, entra en cólera, tensa sus músculos y va a levantarse de su asiento. Ese es el momento exacto que el artista recoge.

Y como buen artista, se sorprende. Pero se sorprende tanto que los crónistas de la época dijeron que se levantó, se colocó desafiante delante de este Moisés de casi dos metros y medio, le golpeó con un martillo y le gritó: ¡Habla! Un minuto después Moisés rompería en mil pedazos las tablas de la ley, mientras Israel se apresta a recibir el castigo divino.