Y dijo Dios: Hágase la luz; y la luz se hizo

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía por encima de las aguas. Y dijo Dios: Hágase la luz; y la luz se hizo. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.”

Construir una iglesia con la luz como un material más, eso es lo que hizo Tadao Ando en esta Iglesia de la luz, en Osaka. Tadao Ando es un arquitecto japonés, y antiguo boxeador, que se acercó a la arquitectura de forma autodidacta, leyendo y viajando por Europa, África y Estados Unidos. Y sí, lo vemos en las formas de sus edificios, muy occidentales, pero sus raíces orientales se sumergen en el significado de sus obras. Es la arquitectura zen.

¿Y qué es? Pues algo muy complejo, pero resumiendo mucho podríamos decir que la clave está en cómo entienden ellos la realidad: la realidad como vacío subyacente, como una universal e indefinible fuerza creadora desde la que eclosiona el mundo y sus seres. Y por eso Tadao construye el vacío en esta iglesia. No hay ornamentación y, lo importante, no hay nada de naturaleza dentro, pues es la luz lo único que ingresa en ella, resaltado su condición divina.


Cómo de una iglesia humilde, en una zona no demasiado importante, el arquitecto construye podríamos decir uno de los emblemas de ese arte religioso sin rostro del arte contemporáneo. El pintor Antonio López dijo en una conferencia que nos hemos olvidado de que Jesucristo tenía cara, y que Rothko hace de todo menos arte religioso. Puede ser. El cambio, sin duda, ha sido enorme. ¿Hemos aprendido a rezar a un dios sin rostro?