‘¿Y a usted quién la viste?’ Y empezó a atreverse por fin a contestar sin sonrojo: ‘Yo’.

| Mina Agossi – Undecided

¿Y a usted quién la viste? Y empezó a atreverse por fin a contestar sin sonrojo: Yo.

[…] «Cuando por enésima vez desmontaba una chaqueta, reventaba las costuras de una sisa que volvía a montar sobre el cuerpo de la modelo, sustituyendo cada punto por alfileres, que clavaba con una especie de saña demoníaca…  se abstraía de todo lo que no fuese esa obra que, lentamente, se acercaba a la perfección. El defecto tenía que ceder a cualquier precio. Satisfecha por fin, Chanel se sentaba, desfallecida por la fatiga. Tomaba un trago de agua, le preguntaba a una amiga que estaba con ella: ¿Y usted, qué es lo que está mirando?, con su voz abrupta, y se enfrascaba en la siguiente prueba.

Una la dejaba, pasada medianoche, trabajando todavía, a ratos humilde y patética como una vieja artesana, a ratos rebosante de agresivas certezas, casi amenazadora, armada como estaba con sus largas y fuertes tijeras, que llevaba ya fuese a la cintura como una espada, ya colgando al cuello como una orden de caballería».

No cuesta nada imaginar a Coco Chanel en su taller como a un artista lleno de pintura en su estudio. Una visionaria que se adelantó a su época y que no sólo vistió a la mujer parisina del XX, sino que la cambió radicalmente. No más mujeres enfundadas en faldas que sólo permitían andar a pasitos, no más mujeres blancas como la leche, no más mujeres con sombreros que no se apoyaban en la cabeza, ni vestidos que no colgaran de los hombros.

Un vestido no es un vendaje, está hecho para ser llevado. Coco dice estas palabras mientras viste a la nueva mujer parisina, aquella que sale sola a la calle, y que ya no necesita el permiso de nadie para ir adonde le apetezca. Necesita andar y respirar, no más corsets ni sombreros con excesivo peso. ¡Eran grotescos! ¿Como podía un cerebro funcionar con esos engendros?, pensaba Coco.

Por entonces, las únicas mujeres que estaban morenas eran las verduleras ambulantes y las campesinas; una piel blanca como la leche, en cambio, era signo de aristocracia. Ese prejuicio estuvo en vigor mucho tiempo, y sugerir a las mujeres que no tuvieran tanto miedo al sol fue, de todas las tentativas innovadoras de Chanel, la que mas le costó imponer. Sólo a partir de 1923 se vieron en las playas mujeres que se doraban, sin sombrero.

La ofensiva del pelo corto estalla en 1917. Un periódista llegó a decir: “La moda desde hace algunos días es que las mujeres lleven el pelo corto. Empezaron Madame Letellier y Chanel y ahora todas siguen…”.

En 1920 nacía Chanel Nº5, presentado en un frasco desnudo, sin adornos, a contracorriente de las cursilerías que estaban de moda. Sin duda, es lo que conseguía Chanel con todo aquello que tocaba. Una revolucionaria de la moda. Una artista.