Sobre la famosa exposición sin comisario en La Maison Rouge, París

Una exposición comisariada por un programa informático  ¿es una buena idea?, ¿debe ser el trabajo del comisario frío y objetivo? De Galbert ha abierto el debate con su exposición Le mur, en París.


Leíamos gracias a El País la iniciativa del parisino y comisario De Galbert en su galería La Maison Rouge. A los que no os ha llegado la noticia, De Galbert ha tenido la idea de comisariar una exposición donde el orden ha sido fijado por un programa informático. Muy acertadamente, el periódico titulaba el artículo ¿Quién necesita al comisario?

¿Quién necesita al comisario?
La iniciativa surgió cuando el autor miraba su estantería, y se dio cuenta de que sus libros estaban colocados desordenadamente, lo que creaba unas conexiones de proximidad sorprendentes: “La colocación alfabética de las monografías crea vecindades inverosímiles. Por ejemplo, Dubuffet cohabita con Duchamp en la misma estantería”, explicó De Galbert.

La exposición se está celebrando en su museo La Maison Rouge, un centro donde quiere realizar todo tipo de actividades innovadoras. Entre ellas, la exposición Le Mur, más de 1000 obras firmadas por más de 500 artistas. El programa informático que ha ordenado las obras en el espacio lo ha hecho a través del algoritmo del llamado método de Montecarlo. Las salas se presentan abarrotadas, más o menos hay 25 cuadros donde en una exposición al uso hay 2. Se puede apreciar muy bien en la fotografía:

http://www.espoarte.net/
Le Mur, en La Maison Rouge. Imagen: espoarte.net

Buena idea
La idea, es verdad, tiene cosas positivas. Por ejemplo, que se haga una exposición temporal de una colección privada, de manera que el público accede a unas obras que hasta ahora han permanecido en un lugar privado. También es cierto que como estrategia publicitaria es muy buena. De hecho, hemos visto cómo un periódico como El País cubría la noticia, pero también los medios más sonados de arte y cultura visual. Y, ya poniendo una nota de humor, el comisario ha ideado un proceso por el que se ahorra su trabajo. No está mal visto.

Mala idea
Pero, como alguien que ama las exposiciones, sus catálogos, sus microsites y todo lo que gira alrededor de ellas… da tremenda lástima que un comisario no quiera comisariar una exposición. O, dicho de otro modo, invente un método que sustituya su trabajo, que es pensar, que es crear. No todos los días se tiene la oportunidad de proponer y pensar una exposición. Efectivamente, esas “vecindades inverosímiles” que se creaban en su estantería gracias al azar son maravillosas, pero ¿no sería más maravilloso todavía crearlas voluntariamente?

Decía De Galbert que el algoritmo había conseguido conexiones mágicas sobre las paredes del museo: “Imagine a Gilbert & George pegados a Wölfli, y a François Morellet al lado de Rebeyrolle”. Y qué razón tiene. Esas nuevas conexiones que actualizan la obra constantemente son tan increíbles que me extraña profundamente que De Galbert las haya dejado en manos de una máquina, cuando las ha podido hacer él en primera persona.

¿Quién necesita al comisario? El arte contemporáneo necesita al comisario. Los artistas necesitan al comisario. El público de los museos necesita al comisario.