De nuestros prejuicios hacia el arte contemporáneo

 | Beirut – Elephant Gun

No, no nos gusta nada, no nos sirve. ¿Un ángel en la tierra? ¿San Mateo con varices y callos en los pies? Es vulgar y torpe. ¡Qué falta de decoro! Repítelo y trae la nueva versión. Supongo que estas serían las palabras, más o menos, que recibió Caravaggio cuando entregó este encargo para el altar de una iglesia de Roma. El autor, todavía un pintor joven, apasionado y sin prejuicios, consideró al santo un pobre anciano jornalero. Error.

Esta vez no quiso ser demasiado atrevido, y estuvo atento a las ideas de la época de cómo debía ser representado un ángel y un santo. La obra nueva sigue siendo excelente. San Mateo se presenta digno y vigoroso, la composición es una delicia, pero se advierte menos sincera que la anterior. Preferíamos al ángel guiando la mano del santo, enseñándole el oficio de escribir, y al santo dudoso, principiante, que se deja enseñar, con esa mirada tan atenta a todas las indicaciones del ángel. Preferíamos que fuera real, que se tocasen, que San Mateo cruzase las piernas y se remangara la camisa. Y digo preferíamos, porque este cuadro desapareció en 1942 durante los bombardeos sobre Berlín.

E. H. Gombrich, en su introducción a su Historia del Arte, nos habla sobre los prejuicios. Y nos cuenta: No existe mayor obstáculo para gozar de las grandes obras de arte que nuestra repugnancia a despojarnos de costumbres y prejuicios. […] Cuanto más frecuente hemos visto aparecer un tema en el arte, tanto más seguros estamos de que tiene que representarse siempre de manera análoga. Respecto a los temas bíblicos, en especial, tal creencia llega al máximo. 

Y es verdad, nos asustamos cuando vemos un cuadro de arte contemporáneo sobre Cristo, sin rostro. Pero, ¿por qué nos asustamos si no sabemos cómo era exactamente? Es más, Dios no tiene rostro, ¿qué mejor manera de representarlo en una obra de pintura abstracta? Cuando leí esta frase, me acorde del tema de la Crucifixión. Me acordé, en concreto, de un librito pequeño de Phaidon que recorre las obras más importantes desde el siglo I hasta nuestros días. Veamos, entonces, cómo han cambiado poco a poco esos cánones tradicionales sobre la representación en la crucifixión.

Ésta es una de las primeras imágenes de la crucifixión en las que se incluye la figura de María Magdalena, abrazada a la base de la cruz. A partir del siglo XIV se prestó más atención a los sentimientos humanos de la escena.

La preocupación de Mantegna por la verosimilitud histórica le llevó a crear uno de los gólgotas más realistas de la historia del arte. No es un sitio brumoso al otro lado de las murallas de la ciudad, sino que está definido con precisión arqueológica.Las losas con agujeros para las cruces,la pila de las calaveras y los huesos a la izquierda de la pintura lo representan como un lugar destinado a las ejecuciones.

Esta pintura es extraña y al mismo tiempo está llena de fuerza.La escena se contempla a ras de suelo, como si se estuviera representando sobre un escenario. Podría haberse inspirado en las escenificaciones coetáneas de la pasión, que representaban los acontecimientos relacionados con la muerte y la resurrección de Cristo.

Ninguna representación de Cristo iguala la fuerza emocional de este retablo que constituye un vivdo retrato de la agonía física y de la violencia implícita, aparte del Jesús atormentado y sangrante, es inusual que estén presentes en este acto San Juan Bautista y el cordero pascual (símbolo del sacrificio de Cristo)

En el siglo XVII, los artistas prescindieron de la multitud de personajes (santos, centuriones, espectadores) que dominaba las crucifixiones de los siglos XVI y XV. Frente a ello, muchos decidieron representar la figura de Cristo en solitario contra un fondo oscuro: una imagen de gran fuerza emocional y dramática.
El excéntrico fotógrafo posó el mismo como Cristo para este trabajo, como preparación, ayunó hasta que su cara y su cuerpo estuvieron demacrados, y se dejó crecer el pelo y la barba durante más de un año.

En el siglo XX, se aprecia una vez más la concentración en los horrores físicos de la crucifixión. Esta inquietante imagen de Lovis Corinth no pone el acento en la redención y la salvación sino en la crueldad del hombre contra el hombre.

Chagall, cuya obra fue quemada en 1933 por los seguidores de Hitler, compara aquí las experiencias de los judíos del este de Europa en la década de 1930 con la persecución y crucifixión de Cristo.

Las desgarradoras imágenes de Sutherland muestran por un lado la influencia de Grünewald, y por otro, la de los fotógrafos de las víctimas de los campos de concentración durante la IIGM. Introduce así el significado tan nuevo como terrorífico de la historia de la Pasión de Cristo.

Dalí escribió: Mi próximo Cristo será la pintura que más belleza y alegría contenga de todas las que han realizado hasta ahora. Quiero pintar un crucificado que sea la antítesis absoluta del Cristo materialista y salvajemente antimístico de Grünewald, y éste fue el resultado.

El pequeño perro que aparece trae a la memoria el salmo 22, cuyas primeras palabras las dijo Jesús en la cruz. Más adelante, el salmo continúa: Los perros me han rodeado, un grupo de hombres malos me ha acosado… se han repartido entre ellos mis vestiduras y mi túnica la han echado a suertes.