La calidad de los blancos

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Imagínese que tiene que pintar un cuadro únicamente con el color blanco. Allí, el lienzo enfrente, esperando que lo llene de colores, pero a cambio usted dispone casi únicamente de blancos. Lo sé, cualquiera diría: lo siento, me rindo, no sé qué pintar.

La calidad de los blancos. En esto se fijaron exactamente un par de críticos al hablar sobre dos obras concretas. Críticos que se pusieron por un momento en el lugar del pintor y pensaron: “vaya, esto no es nada fácil”. Detalles que al espectador corriente se nos escaparían, sin ni siquiera ser conscientes de lo que nos estamos perdiendo. ¡Bonito cuadro!, pensaríamos, pero poco más.

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Detalle de "El espejo de vestir", de la impresionista Morisot
Detalle de “El espejo de vestir”, de la impresionista Morisot

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Es un detalle de un lienzo que Berthe Morisot presentó a la Tercera Exposición Impresionista en París, en 1877. Berthe era esposa de Eugène Manet, hermano del pintor, con quien tuvo una estrecha relación (de hecho, ella también colaboró con la fundación del grupo impresionista). Estuvo preocupada de una manera especial por los estudios de luminosidad y del color, de ahí la presencia de numerosos espejos en sus obras, como en El espejo de vestir. Por su parte, el crítico Ballu destacaba «los blancos de su Psyché son de una calidad sorprendente»; y el mismo escritor Émile Zola, en su comentario del Salon, subrayaba «este año, la “Psyché” y “Muchacha en su tocador” son dos verdaderas perlas, en las que los grises y los blancos de las telas interpretan una sinfonía muy delicada» [1].

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El espejo de vestir, Berthe Morisot, en el Museo Thyssen de Madrid
El espejo de vestir, Berthe Morisot, en el Museo Thyssen de Madrid

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Y si esto ocurría en París, aquí, en España y por las mismas fechas, pintaba Ramón Casas.

Uno de los mejores cuadros de Casas, que constituye un verdadero alarde, es el de una figura vestida de blanco en un patio pintado de azul, nota de color brillante, en la cual la mirada segura del artista ha sabido abarcar esa peculiar dilución de todos los matices en un color dominante. Esto sólo bastaría para acreditar á Casas de colorista y de pintor que no tergiversa el natural,

es lo que contaba a sus lectores el crítico de La Vanguardia cuando criticaba la exposición Parés, la más importante de la Barcelona finisecular. Y es que Ramón Casas supo demostrar su dominio de este color en muchas de sus obras. Me cuenta Iván AlonsoEs como en la música, los sonidos bajos son los esenciales.

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[1] Catálogo de la colección Thyssen Bornemisza, tomo II: Artistas modernos.